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Nomadismo

Tradición pastoral

El dromedario ha estado, desde siempre, al lado del hombre, cuando éste funda la “civilización del desierto”. La gran tradición pastoral beidán ha  venido forjándose a lo largo de los siglos, a la luz de la transmisión de saberes y de conocimientos, frutos de este lazo intrínseco entre el hombre y el dromedario.

Los hombres de las nubes están en permanente búsqueda de lluvias provechosas. Iban a desarrollar una excelente capacidad para la lectura de los territorios, para habitarlos, para recorrerlos y para hacerse nómadas en ellos, dando muestra de un perfecto conocimiento de los complejos códigos sociales del mundo beidán.

Las tribus nómadas del Marruecos sahariano se entrecruzan en una densa red de alianzas y de parentesco, y sus ejes de trashumancia están encauzados tanto por las exigencias sociales como por la abundancia de los pastos. Estos últimos, en los que se mueven, constantemente, los pastores nómadas, son un herbario abierto cuyas características son conocidas de padre a hijo. Todos conocen las plantas benéficas para ellos como para su ganado, y las venenosas o no comestibles, talh(acacia), askaf (Nucularia perrini), hadd (Cornulaca monacantha), etc.

Las plantas acuáticas, en cambio, están totalmente ignoradas y no gozan de ningún interés del pastor nómada, que las denomina todas y sin distinción “hchich elma” (hierbas del agua).

Huellas que hablan

Gracias a la transmisión oral, el dromedario ya no tiene secretos para el nómada. Sus pisadas en la arena son señales que el pastor interpreta. Sólo con ver la profundidad de la pisada de la bestia, puede adivinar si es un macho o una hembra.

 

Puede, asimismo, deducir, a partir de la huella del espolón (córneo) en la punta de la pisada, la procedencia del animal: la huella larga remite a un suelo arenoso y la de espolón erosionado a un suelo pedregoso.

 

El nómada puede, asimismo, identificar, a partir de la forma de la pisada, la raza del dromedario e incluso el color de su pelaje: en efecto, sólo el dromedario blanco o moteado lleva pelos largos y finos en el espolón, cuyas huellas se pueden percibir en el suelo.

El dromedario, por su excepcional adaptación al medio árido del Sáhara, es un animal pródigo. El nómada le debe a ese animal su vivienda (lana) y su alimentación (carne, leche); las mujeres le deben su belleza opulenta y la artesanía del Marruecos sahariano, a su vez, le debe todos estos magníficos objetos de cuero. Es la montura que ha permitido al nómada sus periplos en el desierto, y sin el cual la epopeya del comercio caravanero transahariano no habría existido. El Marruecos Sahariano y sus centros florecientes han sido durante mucho tiempo el corazón palpitante de la prosperidad, a la vez, del Mediterráneo y del África Subsahariano. La historia de Marruecos, a su vez, está consciente del papel que desempeñó esa vena del desierto en la edificación del imperio de los almorávides, grandes nómadas camelleros saharianos. Ibn Jaldún había subrayado, con la habitual nitidez de su pensamiento, esa ley de la historia, en la que el nómada camellero es el actor principal, cuando abandona su territorio geográfico para resplandecer sobre una gran área dinástica.

El Animal Pródigo

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